Debussy, Nocturnes (aprox. 25 min.)
Orff, Carmina Burana (aprox. 65 min.)
El repertorio sinfónico siempre ha sido una de las mejores referencias para valorar la calidad de una orquesta operística, más allá del foso de su teatro. Bajo esta inspiración, el titular de la orquesta del Gran Teatre del Liceu, Josep Pons, siempre ha defendido que una orquesta de ópera tiene que mostrar suficiente flexibilidad para encarar otros repertorios. En este caso, nos propone una obra misteriosa y singular, Carmina Burana, una de las piezas de música clásica que forma parte hoy en día indiscutiblemente del imaginario popular, tanto por sus grandes versiones clásicas cómo por la apropiación que ha hecho la cultura digamos no clásica (del jazz, el rock y el hip hop hasta las bandas sonoras de películas como por ejemplo Excalibur). Música salvaje, directa y contundente, que nos puede entusiasmar porque habla sobre beber como si fuera el último día y libertinajes de todo tipo, pero que al mismo tiempo, ¡ay!, contiene reflexiones angustiadas sobre nuestra mortalidad. Inspirado en una compilación de poemas medievales del siglo XIII, Carl Orff, su compositor, creó, sin duda, una de las partituras inmortales del siglo XX que todavía hoy apela a nuestras emociones con cantantes al límite, una orquesta a todo trapo sobre ritmos enloquecidos y percusiones desenfrenadas. Lo que decíamos: música que no se olvida. Como complemento, en la primera parte, una obra que es paradigma del refinamento orquestal en el siglo XX, los 'Nocturnes' de Claude Debussy.